lunes, 26 de octubre de 2015

Cuatro poemas de Tom Schulz



De caer hasta el fondo

a las anémonas
de mar, a los bancos
de moluscos, de los que nada
hay qué esperar

salvo un rédito de luz
de lo profundo, que induce a lo lascivo
con mucamas, con las claves
de sutura, más abajo

como sinfonía inconclusa
con las claves rotas,
cual amigos de compras con chaquetas
marca Hombre, código de barras genético


a las flores de Bach, a
las citronelas del alivio
por doble regadas, frenéticas huellas linguales

en lo plural del amor, a aquella
madre dolorosa, a las gotas de
opio en el fondo del frasco

con el arpa de nieve, con el rastro
del hambre, al banco de juego
celular, where no time is money





Copia en limpio de un encuentro vergonzoso



a partir de ese momento
lo sabían, aniquilaron
a la mosca que les picó, sorbieron
la sopa, de cera depilada, en el

pasillo ahíto de ofertas; vinieron
donaciones, chales púrpuras, lenguas
despectivas, la oficina mental sacudía
hombres y mujeres, justo antes de caer

a la ruina, corte de caja en el coxis
fracturado, lotería nacional para el proletariado,
aún se trataba de puntos en tarjeta, cupones
corazones, veladoras de la esquina

del descuento (era un triste
molinero a quien cruzaron,
sin molerlo, venturas y molinos de viento
y todo lo demás se fue al trasto)

el envés de estas frases, el interés sin-
sentido, cerró de súbito la trampa de la usura
los elevadores volvieron al
plano en el que uno se encuentra/

ramifica en paralelo, luego de
que fuiste la cama, yo el río,
quedaron cormoranes heridos para el vuelo,
la rama podrida en las plantas

del Alzheimer, de quien nadie quiere asumir
la biografía, así, cual ver-
gonzosa calca de la junta de padres de familia,
el libro donde duermen olvidadas las actas,

las acciones, que solas aceptaron
volverse una señal autista: el altavoz
de la tienda ofrecía retahílas,
tres pares por dos y de a  montón.






Peniche


Soñé que había amarrado
las cadenas animales
una con otra, la noche

no dejó resto (animal) alguno,
un alfabeto para ciegos bramaba
en las veneras, aliento

salino de la costa, imagen
de grano amplio, detrás no había un mar
de investigación, gaviotas reunidas

volaban en poemas, sus gritos
asegurados, los esqueletos
de los gatos en un álbum de sombras

entre las casas con grietas, así los rastros de
sangre recién equipados, las pústulas-
desventajas, en un delta de flujos linguales

éramos peces pulmonados, puncionados,
que tras la incubación jadeaban
en el aire con significantes

dragones marinos, a ellos dijimos:
ah, los faros pueden arder
siempre, nosotros no





Timidez

A Björn Kuhligk


todo es, bajo esa condición,
la más pura lejía para la faringe barata

si halláramos de nuevo el sitio,
el estuario donde el río
nos dijo adiós, donde las piedras alteraban

por ello cruzamos soma
y civismo, bastardo de
infinitas categorías, al huir duros
por el ornado alabastro, en praderas

del feliz montaje, soplamos a la bandera
con aguardiente arrugado, oh genio
nosotros dormilones, ¡hace mucho en este siglo
que nos hemos duchado!


que las alfombras inspiradas, en los pasillos
de la prepa, parieron magos aprendices
que las fallas de curvatura se volvieron barrigas,
todo lo intuimos; empero la palabra empero

viajaba en bocas abiertas a lo incierto,
sí no, ni so, dejen que tomemos
la escalera, la broma,
que pongamos el bufet de las artes,

con los frutos taninos de su alma, en aquella
zona eterna, amantes de la limonada de hierbas
tan sólo queríamos…¡carajo!
que los caídos del nido buena vibra
que la burlada belleza fuera del marco
tú en llamas dulce árbol de moras.


Del libro Canon previo a la huida, traducción de Daniel Bencomo, coedición: Cuadrivio/ Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 2015.