lunes, 20 de abril de 2015

Novalis: "Heinrich von Ofterdingen" (fragmento)





De diferente manera sucede con personas tranquilas y desconocidas cuya tarea es la observación, cuya vida es un silencioso reflejo de sus propias fuerzas internas. Ninguna falta de calma logra dispararlos hacia lo externo. Cualquier pequeño patrimonio los satisface, y el inmenso espectáculo a su alrededor no les resulta provocador, sino más bien lo suficientemente significativo y maravilloso como para dedicar su musa a su contemplación. El ansia por el espíritu propio los mantiene alejados. Ese mismo deseo los define como el misterioso rol del ánimo en este mundo humano, y representa, al mismo tiempo, los miembros y sentidos externos, así como las últimas fuerzas del mismo individuo.

Grandes y múltiples sucesos los molestarían. Una vida sencilla es su suerte, y sólo cuentan con los ricos contenidos de historias y escritos e innumerables fenómenos para darse a conocer en el mundo. Sólo raras veces a lo largo de sus vidas puede un acontecimiento jalarlos al centro de un violento torbellino y mantenerlos ahí por un tiempo, de tal manera que puedan, a través de algunas vivencias, conocer la posición y el carácter de los humanos activos. Por el contrario, sus penetrantes sentidos se mantienen ocupados por visiones insignificantes que les hacen apreciar un mundo rejuvenecido, y no dan un sólo paso sin hacer descubrimientos sorprendentes dentro de sí mismos acerca del Ser y sus significados.

Son los poetas, estos extraños seres humanos, quienes en ocasiones se pasean por nuestras residencias y renuevan dondequiera el venerable y viejo oficio de la humanidad, de sus primeros dioses, así como de los astros, la primavera, el amor, la fortuna, la fertilidad, la salud y la alegría. Aquellos que, incluso aquí y sin haber sido impulsados por una avidez insensata, poseen la serenidad divina, solamente respiran el aroma de los frutos terrestres[...] Son visitantes libres cuya pisada dorada es sigilosa, cuyo presente automáticamente despliega las alas de todos los demás.


Traducción de Montserrat Zamora.


viernes, 17 de abril de 2015

José Joaquín Blanco: "Mercados sobre ruedas" (fragmento)






La vida está en las aceras y no tanto en los automóviles; es mayor la proporción de vehículos colectivos y la gente en las calles se ve más homogénea; entre las cinco y las siete los trabajadores corren con los morrales y mochilitas deportivos, las tortas en bolsas de papel, a las esquinas de parada, rodean como en feria los puestos de periódicos –que para ellos, tienen un sistema diferente, casi mercaderil de exhibición: desparraman en el suelo periódicos deportivos y amarillistas, fotonovelas de sexo, amor y muerte, en alterones que se esfuman de inmediato. En las esquinas de parada hay efímeros mercados a esas horas: atoleros, jugueros, torteros, tamaleros y esa genial, reciente invención capitalina de los tacos de canasta con garrafones de salsa verde, que el vendedor prefiere despachar en el mostrador de su propia bicicleta. 

En las esquinas, largas filas silenciosas; hombres de ojos arenosos y desmañanados que atisban impacientemente la aparición lejana de los  camiones y peseros; no conversan entre sí, se solidarizan en gestos soñolientos y ateridos; de pronto alguien lanza diestramente un gargajo que atina en la base de un poste. 












José Joaquín Blanco, Función de medianoche, ed.ERA.