miércoles, 21 de enero de 2015

Un poema de Gerardo Deniz





ACADEMICAE QUAESTIONES

(PERSONAE-POPPYSMATA-JENTACULUM-TEMPLA SERENA)



I

Érase un caucus cientifilítico,
sin cuesco y sin reproche, halteres en alto.
Estaban −continúan− pintados en el basamento
del centro ceremonial, área donde la episteme
superna imanta el reloj del visitante lego
y le enloquece (caso de portarla) su brújula.

Eran sabios, algunos más bien anchos,
admirables y nos coacervábamos a verlos
recibir en visita medicine-men de anejas etnias,
hasta sentarlos sobre fumarolas,
si bien con tenochca cortesía,
dejándoles posibilidad de reír a disgusto
al brindar, entre ira temblátil,
porque el viewpoint de Tlacaélel resultase fértil
(y nunca se oía más del asunto).

Este triunfo adicional circumambuló boquemboca,
engrosó lendas entre el discipulado
y a la mañana siguiente aparecía el sabio como si nada,
sin hacer tierra, restregándose pálpebras
siendo las diez y cuarto a.m.,
entre las gladiolas que manos etéreas erguían, cual pasase Dipánkara,
mientras los periodistas miniaban códices do se logró un desove
que conserva ley:
“afirmó el speçialista”,
“declaró nuestro eminente hombre de ciencia”,
“recalcó el perocoligero a la altura
de la coliflor más michurina del mundo”.
No sale detrás alguien más repetable aún
pues semejante posibilidad sería inconcebible. [Miret, “Elevador”.]


II

Por las noches, entre chacualeos, menudeaban epilitios
constructivos. Al cejijunto guardia
lo sobresaltaba un súbito electricordio
negrísimo (así sucede cuando cohabitan valencias,
ya lo hemos mencionado, Fe II-III, Sb III-V,
o aun dos estados de oxidación, cf. las quinhidronas;
the theory of this phenomenon is not understood
hasta que Tlacaélel lo aclare pistola entre los dientes),
pidiendo ayuda desde algún confín del planeta
donde se hubieran hecho un lío.
Mientras aquel vigil en tenebras barría frecuencias (escaneaba),
talcuál sacerdo, arrancado a su dormir ligerísimo,
te acudía −tmesis−, mojando el babero de milk of human kindness
al sugerir: −Quizá los zuñi o los sioux interroguen,
o de plano alguien eurasiático.

Las clavicornadas seguían
(¡Ramo convoca a los huasó!)
aún más apremiantes, if anything. El guardián cejijastro:
−Les urge… −barriendo range.
Por fin se entablaba sinapsis:
“− El ñáñigo anda baho en fóforo. ¿qué hasé?”
Sacerdo sonreía. Incluso cejijaibo lo imitaba.
Proveer (to provide) buen consejo al impedante.
Luego Unus se escanciaba rompope, Annan mezcal,
esperando la mórgona. Éste para ronquir, aquél emeritiendo.


III

Trompas litúrgicas refrendaban sol-e-chismes (ezafé se llama este giro)
primero en Ciencias; regoldan Humanidades.
El cejiguardia, ojos en fusa, tornasorrido a rastras−
sacerdo, en cambio, sin te haber planchado casi oreja,
encara otra jornada logístico-administrativa,
como desde ~1935. Qué bregas. De pronto en un grand écart
clavará el pico (morir)*, garantizado su homenaje póstumo
donde aludan a la regularidad concual metió
en bretes −decíamos− a yerofantes de anejas etnias.

Congregado el conscejo en la ecsplanada,
se saludan conforme llegan –pas de phrases!−,
con puro sonreír poliedrótico y ocelos esferulares,
despejándose todavía de nirvanillas salutíferos.
Ostentan con aleluya y chulavista sus togas incólumes
apegadas a la tradición. Negras cueras de planaria lúgubre,
prietos birretes en pastipluma de guajolote –central cuelga borla−,
y un sabio tan escalígero que asemeja –faltaría más− pitlontli,
al husmear los deliciosos tamales recalentados
junto al arbusto del atole, presa de poesiez prorrumpe:
−¡Ave roja de cuello de hule! [trad. Red d’Aguj.]

IV

Alma máter. Almo es puro. Pura madre.
Oh Stonehenge que se vio crecer en las afueras,
donde hubimos sembrado nuestro frijol de Esperancita
(¡está buenísima la cabrona! –ponderábanla en Kauderwelsch estudiantil;
se casó, parió y contrajo herpes genital).
Hubo reportajes en las publicaciones más fáusticas del orbe:
“Entra un maestro, amarillo todo”
−describía el reportero checoslomoco−“,
y se levantan hasta quienes tienen dormida una pierna.”
En tanto el Monde juraba
que otra meca, y no mínima, se encendía
en el chorizonte de la cúlchura y la fanfarloica Europa
habrá de abrir el garaxe, so pena de jantiostiacos: plenitú.

Hace 40 años, un domingo por la tarde hollé sagrado.
Que en lo alto del piso más catorce se declamaban estupideces,
imposíbleme callarlo; pero ¿acaso a ras de tierra?−
Contemplé tras una alberca somera cierto culebrón mural
con mahomas, cucufates y demás nebulones a cuestas,
esforzándome en abrir los ojos, cegatos de por mí,
al simbolismo excelso. Tras otro gran vidrio,
para el experimento por siempre indeciso de algún comunistoide,
una desventurada tortuga molía café buceando en su pecera.
Cambiamos impresiones acerca de la reforma universitaria pues
por suerte ambos conocíamos el alifato sordomudo.
Es capaz de seguirme esperando, la pobre,
para deliberar exactamente de lo mismo
ante John of Salisbury (si a culturita íbamos)
−vivimos tanto, tanto las tortugas como nosotros.

Licet sapere sine pompa, sine invidia.
Demasiado pedir.

* Los tratadistas no se ponen de acuerdo sobre el nombre de la que murió así en el Moulin Rouge. Según unos fue Jeanne Faës, según otros debe ser Patte-en-l’Air, otro más dicen que…








Extraído de la revista (paréntesis), 2012.



No hay comentarios:

Publicar un comentario