martes, 20 de enero de 2015

Tres textos de Georges Perec



EL REPRESENTANTE

He matado a mi mujer y, muy burdamente, la he cortado en pedazos que he embalado en papeles atados con precipitación. El conjunto está dentro de un cartón manejable aún con bastante facilidad.

Mi única alternativa es que hagan con ella vino o alcohol. Voy a la destilería. Entro sin llamar en una habitación donde se encuentran tres chicas jóvenes en blusa. Dos de ellas están sentadas, la tercera está de pie cerca de una puerta oscilobatiente de medio cuerpo (como puerta de saloon).

O bien le guiño un ojo, como si nos conociéramos, o bien lanzo, en tono resuelto algo como:

− ¡Tengo 50 kg de chuletón del bueno!

     La chica que estaba de pie me hace entrar en un pequeño cuchitril donde comienza a examinar mi mercancía. Mi paquete posee todas las etiquetas requeridas, pero la chica alega que la casa que yo represento es clienta de su Sociedad y que voy a tener problemas para obtener el contrato.

Como muestra, saco de mi paquete una serie de botellitas. Esto debería ser una mera formalidad banal pero, para aumentar mi confusión, hay cada vez más botellas: vinos tintos, vinos blancos, vinos rosados, toda clase de alcohol, e incluso una frasca de agua, minúscula, pero llena, y sobre todo sin tapón: se puede meter el dedo en el cuello sin que la frasca se desborde, lo que me parece una indudable demostración experimental de la ósmosis o de la capilaridad.


      Toda esta presentación resulta inútil: un hombre sale de la oficina de al lado y me dice que me va a ir muy mal si no encuentran mi nombre en los ficheros.





RECONSTRUCCIÓN DE UNA ELECCIÓN



( el propio título indica hasta qué punto  todo se ha borrado. Eso tenía que ver con toda una serie de alternativas: ¿de qué lado girarse para dormir, qué almohada elegir, qué lámpara encender?)

Se vuelve, al cabo de un tiempo, confuso:

¿el camino del padre o el camino de la madre?








EN EL METRO



Tras lo que quizás fueron innumerables aventuras, consigo volver a subirme en el tren en el momento en el que se dispone a arrancar, por lo que las puertas, negras y mates, se están ya cerrando automáticamente.


   El compartimento es largo y estrecho. Está casi vacío. Solamente hay, al otro lado del vagón, una mujer inmensamente grande, tumbada sobre varios asientos, no en diagonal sino a lo largo del vagón, con los pies aproximadamente a mi altura y la cabeza casi al otro extremo del compartimento.


    (De repente) siento que algo (alguien) me pasa, suavemente, (la mano) por el pelo.



Me siento aterrorizado.

Grito.









 *Perec posando para una foto que revela la congestión.

*El fotógrafo se llama Lupe Vinne. Vive en la periferia de un barro. 



Del libro La cámara oscura, trad. Mercédes Cebrián, ed. Impedimenta.

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