Nos
odiamos. Con canciones folk tristes y golpes duros con piedras de sonido, nos
damos. Toques bajos, en la cara. Nos gusta lo que hacemos. Estamos aquí para
odiarnos, para escupirnos y sacarnos por la cara. Con agujas en el pecho,
corazón. Centro, cetro. Bailamos. Juntamos de tal manera las cabezas, que
podemos oírnos: arte nuestro. Construimos un refugio, un altar con retratos:
nosotros hablando sinsentido, bailando a empellones, recio. Después vemos las
fotos daguerrotípicas, quemadas y amarillas, y lloramos casi. Juntos. Con
agujas en los ojos, corazón, construimos lo nuestro: canciones tristes, golpes
duros que proyectan y pueden leerse, un polvo fino posándose a penas en la
piel. En esas fotos hay niños con formol. Engendros diluyéndose en la imagen. Aberraciones
de dos cabezas diciéndose al oído arte.
Las vemos e imploramos por nosotros, por los hijos de los hijos y así. Acabamos
pronto riendo. Es conmovedor. ¿De qué manera una cosa lleva a otra?, ¿de qué
manera un extremo queda atrás y nos
arrastra hacia otro extremo? Reírse de lo que somos, con las agujas ya
cediendo. Sedación. Contracciones de alegría. Empellones de alegría juntos. Entonces,
sentimos un nuevo impulso por crear. Algo que llamamos nuestro, que no es ni
tuyo ni mío. Algo heredado, fundamentado, ligado a una historia, pero que no es
historia. Algo ajeno no-original, que nos quema y debemos decirlo. Algo
flagrante sin su autor. Una performance que acierte en el no-centro de lo
creado. Tu cabeza junto a la mía (percusiones, casi no puedo oírte). En secreto
me cautivas hay que bailar. Algo efímero, aciago y fraccionado. Azaroso. Led, golpes duros contra la
piedra. Estamos aquí para odiarnos. Hay una canción cuya letra dice (no soy
bueno traduciendo): nos quitaremos la ropa en la oscuridad y con los dedos,
ellos repasarán los huecos de tu columna.
Del libro inédito Maremagnum (Figura de dos cabezas núm. 3)
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